miércoles, 28 de septiembre de 2011

Mi experiencia, por Adoración Torres

Hola, soy una de los 20 alumnos que han tenido la grandísima suerte de tener una oportunidad única que es haber hecho este viaje y haberlo podido pasar con personas maravillosas.

Aún recuerdo el día en el que muy nerviosa me metí y busqué, entre un montón de gente, mi nombre en la lista de los 20 afortunados, pase el dedo por 18 nombres antes de encontrarlo y por una milésima de segundo pensé que no iba... Y cuando lo encontré y ví que iba a ir a Minnesota no me lo podia creer, fue una gran noticia para mi.


Días antes de realizar este viaje estaba muy nerviosa y a la vez ilusionada (ilusionada como una niña pequeña se despierta un 6 de Enero), hice la maleta y la repase muchas veces para que no se me olvidase nada (pero siempre hay algo que se olvida), hablaba con la que días después iba a ser mi familia y le preguntaba las primeras tonterías que se me ocurrían solo para conocerlos un poco más, me metía cada día en la página del que iba a ser mi colegio durante dos semanas... Y, ¡por fin llegó el día! Un 12 de septiembre (jamás he tenido tantas ganas de dormir tan poco) en el que nos quedaba un largo camino por delante, en el que el tema que más destacaba en el avión era: Minnesota. Y tras más de 27 horas de aeropuerto en aeropuerto, de avión en avión, de tanto agobio pasado por la aduana pensando que ibamos a perder el avión (que efectivamente perdimos), vino Jorge a recogernos en un autobus amarillo, como el de las peliculas. Cuando por fin paramos y escuché mi nombre, bajé del autobús muy nerviosa pero a la vez cansada y recibí lo que tanto necesitaba después de un largo día, un abrazo muy acogedor por parte de dos personas (mi madre: Karen, y mi hermana: Mary), me llevaron a su casa y en cuanto entré ví una enorme pancarta y una tarta de chocolate (buenísima por cierto) que ponía: Wellcome Adoracion!

Tenía ganas de que pasasen los días para poder hacer todas las cosas que tenía tantas ganas de hacer y que he podido hacer (ver el colegio, conocer gente nueva, subirme en el autobús amarillo, ir al Mall of América, ir a un Outlet, ver un partido de futbol américano, ver otro de baseball, conocer Minneapolis, ver como los arboles se van volviendo rojo poco a poco, hablar con los americanos y mejorar mi inglés, conocer mejor la cultura, ir a la boda... ¡Vivir dos semanas como si fuese una americana!), pero al mismo tiempo no quería que llegase el día siguiente porque eso significaría que cada vez quedaba menos para volver a casa, y no quería hacerlo. ¡Yo quería quedarme a vivir allí!

Mi familia hacía todo lo posible para que me sintiese como en casa, para que entendiese todo lo que me decían, para que en ningún momento tuviese ganas de volver a casa (cosa que, sintiéndolo mucho, nunca tuve). Y sí, les llamo: mi familia, porque para mí lo son, he vivido con ellos dos semanas fantásticas e inolvidables, dos semanas que poco a poco me han hecho madurar, en las que he tenido que hablar todo el tiempo con ellos en inglés y he conseguido poder tener muchas conversaciones enterandome de todo (más o menos) gracias a ellos. Sé que esté donde esté siempre poder decir que tengo una madre, una hermana y dos hermanos americanos (Al segundo: Jon, lo conocí el último viernes ya que estudia en la universidad de Wisconsin y vino para la boda) Y esque han sido tan dulces, comprensibles, amables, atentos, alegres...conmigo... Que no tengo palabras para agradecerles todo lo que han hecho por mi.

Tuve una oportunidad, que fue asistir a una boda americana el ultimo día de todos, el sábado, y fue muy bonita. Primero fuimos a la Iglesia donde hubo un coro que cantaba y la gente que estaban sentada tambien cantaban, fue precioso, pero aquello no fue como una misa: el cura habló un poco sobre el matrimonio y cedió a casarles. A la salida de la Iglesia, mientras esperabamos a que los novios se hiciesen las fotos, fui con la familia de mi madre a la casa de su madre (son 15 hermanos, más todos sus hijos y los hijos de estos, por lo q había más de 60 perdonas en una casa). Cuando terminaron de hacerse las fotos fuimos al comvite en un comedor enorme, y había un buffet en el que cada persona podía elegir lo que prefiriese y se sentaba. En medio de la celebración pusieron un video sobre la vida de los novios (cuando eran chicos, sus familias, sus amigos, el noviazgo...) y después pusieron música durante el resto de la celebración y todos bailamos allí, me enseñaron un baile típico de allí (cuyo nombre, al igual que la de los miembros del resto de la familia, no recuerdo). Cuando iba acabando la fiesta y la gente se iba yendo, todos se despedían de mi por última vez, me daban una sonrisa seguida de un abrazo, me decían que estaban encantados de haberme conocido y que tuviese un buen viaje. Y entonces fue cuando volví a la realidad, ese era mi último día, me despedía de gente que no se si podré volver a ver alguna vez y todos ellos me deseaban lo mejor como si los conociese desde que era chica, como si realmente fuese su nieta, sobrina, prima... me hicieron sentir una más en aquella enorme familia. No pude parar de llorar por la noche. Volví a la casa cerca de las 12 y media, pero para mi no acabó la noche ahí, era la última noche que pasaba con ellos y no nos queríamos acostar porque eso significaría que cuando nos despertasemos nos tendríamos que despedir, por lo que nos acostamos a las 6 de la mañana para luego tener que despertarnos a las 7.



El domingo por la mañana, el día en el que salimos de Minnesota para volver a casa, fue uno de los más tristes. En el coche mientras ibamos al aeropuerto, lo pase sin decir nada mientras obserbaba por última vez el paisaje de Minneapolis porque no sabía bien que decir, sabía que en cuanto hablase sería para agradecerles todo lo que habían hecho por mi y que iba a soltar más de una lágrima. Cuando estuvimos en el aeropuertos todos compartimos nuestros últimos momentos y nuestros últimos abrazos con nuestras familias.

Allí había gente muy amable que cuando te veían por los pasillos te decían con su más amplia sonrisa: ¡Hola! Y se acercaban a ti para preguntarte cosas típicas de España, arrimaban sus sillas del comedor a la tuya y comían contigo. Pero además de conocer y hacerme amiga de algunos americanos, puedo decir que también me llevo unos grandes amigos españoles de mi colegio, gente que solo conocía de vista y la única palabra que había intercambiado antes era un: hola; Pero, tras haber vivido parte de esta gran experiencia y esos grandes momentos de risas, llantos y felicidad con ellos, los vas conociendo un poco más y te vas dando cuenta de lo geniales que son, que puedes confiar en ellos y del cariño que se les coge en menos de dos semana.

Quiero agradecer a todas las personas que han hecho posible esta experiencia tano a mi familia americana como a mi verdadera familia, tanto a los profesores que han organizado el viaje y nos han acompañado como a los que nos han estado apoyando y no han venido, ya que sin todos ellos no podría haber pasado estos fantásticos días, ¡GRACIAS!
 
By Adoración Torres Parish

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